I never gonna leave this bed...
Maroon 5

Hoy me levanté, y como buen sábado, quise quedarme unos minutos más en mi cama. Abrí los ojos y enfoqué para observar mejor todo a mi alrededor. Saqué las manos fuera de una de mis colchas (o edredón) favoritas y me acurruqué. Comienzo a ser consciente de todo y entender mi estado anímico. Ese gesto me genera algunos flashbacks. Las mañanas siempre resultan un poco nostálgicas. Sobre todo en cuarentena. Y muy seguramente si me quedo algunos minutos más acurrucada en lo que quisiera fuese una de las colchas Bouti.

Honestamente, pienso que Mick Jagger tenía razón en la entrevista de Juan Villoro. Esa palabra, nostalgia, que como él indica sin seguridad, pero yo investigando puedo confirmar, viene del griego clásico νόστος [nóstos], que significa «regreso», y del ἄλγος [álgos], que significa «dolor»; implica querer estar en el pasado con demasiada fuerza. Tanto que duele. Y yo, así como él, no soy rehén del pasado.

O no quiero serlo. No busco meter el dedo en la herida, al contrario, busco sanarla lo más posible. No creo, para nada, que cierto tiempo pasado fue mejor. Para mí, best is always yet to come. Aunque tenga la fortuna de haber vivido épocas increíbles.

Nunca he tenido la necesidad imperante de amanecer junto a alguien, pero en ciertos momentos de necesidades físicas me da saudade de algunos momentos experimentados. Saudade sí sería la palabra correcta. Porque no es como que los extraño propiamente, es como que la situación ya no es así, y ni siquiera es que quiero que sea así, sino mejor, y ese recuerdo que a veces, en verdad, es inexistente, de despertar y sentir reconforte por toda la liberación de dopamina, hace falta.

O siento que me hace falta esas mañanas en las que me quedo un rato más a ser consciente de que he despertado, el ambiente está en la temperatura perfecta, mi colcha está tan rica que no quiero salir de ella nunca, y los flashbacks de todas las veces que me he sentido así me atacan. Y allí comienza ese juego en el que la saudade se menea entre ser una sensación acogedora o incomodar. Y allí caemos en el circulo vicioso. Así como la retahíla del huevo y la gallina, no sé si primero es la saudade, que me genera los flashbacks o son éstos los que hacen que nazca.

Desde hace unos años he venido experimentando eso del estar aquí y ahora, y aunque según las épocas del año estoy más o menos en sintonía con eso y el agradecimiento; qué bonito es despertar cada día. De hecho, ni siquiera durante mis tres años de relación sentí que valoraba tanto despertar junto a alguien como lo he hecho ahora, cuando lo hago. Y eh, no solo al lado de una pareja, sino de cualquier ser querido. Incluso amanecer sola y quedarse acurrucada a agradecer. Aunque genera saudade como he aceptado, es gratificante.

Porque también pasa que a veces simplemente despierto motivada, sin razón ni argumento, y lo que quiero es comerme al mundo. Y entonces esos días no me detengo tanto en el acurruque con mi colcha favorita. Tampoco vienen flashbacks que evoquen a la saudade. Solo soy yo y mis ganas de levantarme y poner manos a la obra. Hay días en los que también me siento así. Este sábado no es de esos, pero sin duda, sé que también existen esos días. Y que debo disfrutar ambos porque no existiría uno sin el otro. Y ninguno existiría sin mi cama y sus sábanas tan cómodas.