Otra cuasi crónica para mi repertorio de historias de la actualidad del país. Los prejuicios que me ha ocasionado la situación actual de Venezuela.

"Yo estaba adentro y afuera, 
al mismo tiempo encantado y molesto con la interminable variedad de la vida."
-El Gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald.

Un chiquitín con una perinola en la mano se acerca a la ventana del conductor de dos carros delante de mí. Estoy en plena calle Navarrete de Maiquetía y el tráfico ahí es un lugar común. El niño de la perinola intercambia algunas palabras con el chófer y sigue su camino. “Otro niño pidiendo plata”, pensé yo.

Ante la situación que vivimos en el país, si sales a la calle puedes contar hasta una docena de personas que piden dinero –o comida- en distintos lugares. Entre niños y adultos. Y hasta en grupos. Según la oposición venezolana, para Julio 2016 morían 28 niños diariamente por desnutrición.

El Gran Gatsby comienza de una manera que no puedo olvidar. “En mi remota infancia mi padre me aconsejó algo que, desde entonces, ha estado siempre presente en mi mente”, narra Fitzgerald a través de Nick.

Pero no es esta frase la que más me atrae sino la que su padre mencionó y que describe a continuación. “Cuando sientas la inclinación de criticar a alguien ten en cuenta que no todo el mundo ha gozado de tus ventajas”.

Tal cual como si la novela fuese mi madre o Fitzgerald mi padre, he hecho de esa cita un consejo y mantra en mi vida. Entonces, antes de criticar cualquier situación de los demás que piense que puede ser distinta, la recuerdo. La internalizo. La entiendo. Y trato de pararme ante la situación tratando de juzgar lo menos posible.

En los últimos seis meses se ha incrementado la situación de hambre en Venezuela. Eso no es un secreto para nadie. En este pasado semestre del año, jamás había visto a tantas personas pedir comida. Y, en el peor de los casos, pero no por eso menos recurrente, a niños y adultos comiendo de la basura.

Una vez estaba con dos amigas de la universidad y en pro de ayudar a la tesis de una de ellas, estuvimos conversando con una mujer que junto a sus dos hijas y dos nietos comían de la basura. Nos contó que las tres trabajaban en una fábrica, pero que ya el sueldo no les daba. Habían decidido que renunciar y, por cuestiones, habían terminado así.

De alguna manera, para ellas, comer de la basura que dejan los vecinos de unas residencias en Bello Monte era más rentable que trabajar. Pero ¿es que acaso no es mejor trabajar?, pensé yo aquel día. Y volvió, como muchas otras veces, la frase del papá de Nick.

La verdad, esa historia nunca me quedó clara. Probablemente porque me parecía increíble, inverosímil, imposible. ¿De qué manera un sueldo va a ser peor que comer de la calle? Vuelve la frase de El Gran Gatsby.

Todo esto viene a mi mente en microsegundos. Mientras el niño se dirige al carro de al frente. La cola no se ha movido todavía. La situación del país. El hambre. Aquella historia de la mujer en Bello Monte. Las imágenes de la gente pidiendo. Los escalofríos que me ocasiona ver a alguien comer de la basura. Niños con hambre. Las limitaciones que se suman a mi régimen alimenticio. Una maldición a los políticos… Y, por supuesto, la frase, de nuevo.

El niño de la perinola se acerca a mi automóvil. Finjo estar viendo algo en el celular. Me parece horrible no darle nada. Pero no tengo. Le subo volumen a la radio. Le bajo. Veo por el retrovisor. El infante se desvía. Ya no se dirige a mi ventana, sino a la de mi copiloto vacío.

Entonces yo veo a mi izquierda. Me toca el vidrio. Digo con la cabeza que no. El niño me hace una seña con el dedo índice y el pulgar que indica un tamaño pequeño. O que en Venezuela se puede traducir como “un momentico”, “un poquito”, “un corto”, “chiquito” y otros diminutivos.

Resignada, bajo el vidrio hasta la mitad y el niño de la perinola habla: “Hay un choque allá adelante y ahora es que están llamando a la grúa…” Lo único que alcancé a decir en mi espasmo fue graci…

Y ahora… ¿quién juzga mis prejuicios y me crítica a mí? ¿tendrá esa persona tan presente como yo aquella frase de El Gran Gatsby?

Besis,

M