Cabo San Roman y otros lugares preciosos de nuestro país.

Mientras más te conozco, más me enamoro, Venezuela.
M.

Documentarse antes de emprender un viaje es algo que internet ha convertido en un beneficio enorme. No sólo saber de hoteles sino también qué visitar, qué comer, qué hacer. Desde hace unos años, mi familia y yo decidimos que en la medida de lo posible, cada principio del año conoceríamos nuevos lugares de Venezuela. No sé cómo llegamos a la conclusión de que este 2016 iríamos a Paraguaná, pero apenas reservamos el hotel ya yo estaba buscando qué hacer.

De Falcón conocíamos los principales destinos turísticos del estado como lo son Morrocoy y Los Medanos. También ya conocíamos Paraguaná, pero sólo su parte de puerto libre –que hoy en día, en cuanto a diferencia de precios, no es nada de lo que fue-.  No obstante, más al norte encontramos un –otro- pedacito de paraíso con el que cuenta nuestro país: el Cabo San Román. Descubierto el nueve de agosto de 1499 –día del santo que le da su nombre-, en una exploración de Alonso de Ojeda junto a Américo Vespucio y  Juan de la Cosa, es el punto más al norte de nuestro país y dónde se puede divisar en la tarde/noche las luces de Aruba.

Nuestra aventura comenzó el lunes cuatro de enero al llegar a Punto Fijo y empezó a cobrar sentido el cinco, cuando salimos hacia el Cabo San Román. Llegar, para los que van sin saber nada en absoluto de su ubicación, no es tan fácil puesto que no hay muchos avisos que indiquen hacia dónde queda. Afortunadamente nosotros decidimos confiar en la tecnología y colocamos Waze, que tampoco resulta un medio muy eficiente ya que te muestra el camino hasta donde llega la señal de red, pero al menos para salir de Punto Fijo hacia la autopista que te lleva al Cabo sirve. Lo demás fue instinto y preguntarles a los habitantes de los pueblitos.

El camino está rodeado de la vegetación propia de los lugares secos. Hay muchísimos cactus y cujíes. La carretera está en muy buen estado –al parecer es bastante nueva-. Es un viaje para disfrutar del ambiente. Hace un sol “para negros” pero la brisa fuerte y fría no lo deja hacerse sentir. Antes de llegar al Cabo hay varios pueblos y playas que también son destinos turísticos, una de ellas es Puerto Escondido, que está muy cerca del Faro del Cabo y es de fácil acceso si no tienes vehículo de doble tracción.

En el recorrido también te encuentras con unas salinas. Las salinas de Las Cumaraguas. Otro lugar mágico. Sus aguas rosadas y espuma granulosa que parece más bien un gel exfoliante te provoca meter los pies ahí y sentir de cerquita las virtudes de la naturaleza. Hay unos niños que te cuentan la historia de cómo se ha extraído la sal y puedes llevarte un pedazo si así lo deseas. Sólo tienes que dejar “lo que te salga del corazón”. Es una experiencia muy gratificante y enriquecedora para las personas que disfrutan de los pequeños detalles y valoran las nimias maravillas que nuestro país ofrece en los lugares más remotos.

La vía asfaltada llega casi hasta el faro y aunque en internet había leído que no se podía llegar hasta él si no se tenía un vehículo 4×4, nosotros arribamos perfectamente sin él. El feeling de orgullo venezolano que nace cuando comienzas la ruta va aumentando poco a poco y cuando empiezas el camino de tierra que te lleva hasta el faro la sensación se vuelve indescriptible. Nuestro transporte tiene “quema coco” y aunque siempre me ha parecido muy pretencioso y fanfarrón asomarme por ahí, no dudé en hacerlo cuando mi papá lo sugirió.  Lástima que no todo es color de rosa y el descuido en el que está el área te va llenando también de desilusión.

Muchos vidrios y desechos se confunden con los médanos que rodean el faro. Esa edificación de aproximadamente 80 metros de alto que antes era un armatoste de acero, hoy es una edificación inaugurada en 2004 e inspirada en el faro más antiguo del mundo ubicado en La Coruña, España. Es bastante triste ver todo el provecho que se le puede sacar a un lugar –sin necesidad de explotarlo- y que las autoridades encargadas no hagan nada al respecto. No obstante, si no dejas que una situación que se repite en todo el país kill your vibes, disfrutas mucho del ambiente.  Al llegar al faro, que resulta la parte màs alta del Cabo, puedes bajar hasta la costa y saborear el mar caribe. La orilla es rocosa y el choque de las olas literalmente te baña. Hay que tener cuidado con los equipos electrónicos ya que pueden resultar dañados.

No hay ningún guía que “te eche el cuento” ni alguna autoridad que esté pendiente que todo esté en orden, lo que me pareció una de las tantas fallas. Tampoco hay mucho que comprar ni comer, por lo que recomiendo llevar sus propias cosas. Yo llegué justo al medio día –la peor hora para fotos- y me fui en unas dos horas, así que no pude ver Aruba, pero todos las personas con las que hablamos aseguran que es así, y bueno, les creemos porque nosotros desde allá sí vimos este montoncito de tierra.

-M.