Festival vibes: no es magia, es música.

Hoy seré canción,
Volaré detrás de las coplas del trovador del campo y de la ciudad 
Para no morir, 
Para no olvidar, 
Que dolor existe y con amor lo voy a curar 

La melodía de ambiente se apaga y las luces se encienden. Titilan. Parpadean. Enloquecen. Se ponen fijas. La multitud empieza a delirar. Aplauden y gritan desaforados. Figuras indefinidas comienzan a aparecer hasta materializarse ante los ojos de todos. La banda ha salido a escena.

Inicia la fiesta audiovisual. Todos corean cada palabra de la canción. Where words fails, music speaks. Gracias por la frase, Hans. Gracias por la música. Ese lenguaje universal que rompe fronteras y limitaciones. Gracias por la juventud. Esa que no tiene que ver con la edad. “Una forma de locura química” según Fitzgerald.

Los gritos son directamente proporcionales al gusto por el artista. Risas, lágrimas y abrazos son compartidos. Cada individuo muestra su manera de estar feliz. De agradecer. Tararean y danzan al ritmo de su balada preferida. ¿Qué importa el después, cuando el ahora te hace sentir pleno, libre, satisfecho?

Te empujan y presionan. No es más que otra manera de bailar en grupo. De pertenecer. El encuentro de una pasión compartida con cientos de personas más a tu alrededor. Paradójicamente, al mismo tiempo, se siente como si no existiese nadie más.  Solo estás tú y esa canción. Ay, la canción…

No sabes lo que es, pero lo sientes. Sube desde la tierra, desde la planta de los pies, hasta las rodillas, hasta la cintura, hasta el pecho. Acelera el corazón. Te hace subir los brazos. Te dejas llevar. Sigues cantando. Estás consciente pero algún espíritu se ha apoderado de ti mientras sigue sonando tu agrupación favorita. No es magia, es música.

-M.

Y mi voz hambrienta no tiene miedo 
De cantar por siempre mi libertad…
Monsieur Periné

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