De cómo hoy en día un objeto que antes no pensaba utilizar, se ha convertido en algo indispensable en mi vida: mi laptop

“No basta con estar ocupado, pues las hormigas también lo están.
La pregunta es: ¿Con qué estas ocupado?”
—HENRY DAVID THOREAU”
Arreglo todo. Prendo el palo santo y le doy algunas vueltas por la casa. Me siento en mi escritorio nuevo, en el apartamento que desde hace más de un año comparto con mi novio, y que hemos ido acondicionando y volviendo nuestro hogar. Hoy no está y lo extraño, pero me gusta disfrutar de la soledad para escribir o algunas actividades que me conectan con el presente.
Abro mi laptop y comienzo. Pienso en todo lo que ha cambiado mi vida gracias a ella. Mi laptop, que fue el producto de todo un año de ahorro, que representó todo un tema poder tenerla. Todo un tema de responsabilidad financiera y limites personales. Es una historia que va más allá de tener una meta y haberla logrado. La laptop que uso actualmente, fue parte de un proceso de crecimiento personal y de sanación de la relación con el dinero demasiado importante para mí.
Así que la miro y no puedo evitar sonreír. Hoy en día, puedo trabajar desde cualquier rincón del mundo: una cafetería, un parque, la playa, una montaña. Y vaya que lo he hecho. Pero no siempre fue así. Recuerdo que, cuando estaba en el colegio, para mí no existía trabajar en una computadora que no fuese de escritorio. Me sentía más cómoda y miraba con recelo los ordenadores portátiles. Me costaba muchísimo adaptarme a ellos. Me parecían un mundo aparte al que quizás yo no tenía acceso. O que no estaba hecho en el mismo lenguaje que el que yo utilizaba.
Todo cambió el julio en que me gradué e hicimos un viaje. Compré mi primera mini-laptop y desde ahí la vida se comenzó a ver portátil. Comencé a experimentar llevarla conmigo a todos lados y saber que podía usarla en cualquier momento o lugar.
Sí, fue justo antes de comenzar la universidad, que decidí invertir en mi primera mini laptop con ayuda de mi papá. De eso hace más de diez años. Era blanca, pequeña, sencilla, pero era mía. Se parecía a mí. Esa sensación de independencia, de tener una herramienta propia para explorar y aprender a mi ritmo, marcó el principio de algo nuevo.
Con el tiempo, esa mini laptop fue testigo de mis primeras investigaciones serias, de mis proyectos, de mis sueños que empezaban a tomar forma. Y sin darme cuenta, fui creciendo con ella. Aún está por algún lugar de la casa de mis padres y yo hoy, ya no concibo mi vida sin una laptop que me permita escribir, crear, diseñar y trabajar desde donde quiera que esté.
Es mi compañera de viajes, de ideas repentinas, de proyectos que nacen entre vuelos o en cafés de ciudades lejanas. Sin duda una extensión de mi y me encanta la imagen que hacemos cuando estoy en otra ciudad del país -o del mundo- y la saco de mi bolso o cartera para trabajar en ella o simplemente abrir el documento de apuntes y trasladar mis pensamientos a lo tangible.
Sin duda, es otra historia de amor que vivo a diario.
¿Y tú qué tanto amas tus equipos?