La cotidianidad, lejos de volverse rutina, cada vez va más interesante. Una micro-crónica de un día cualquiera en el que se sale en búsqueda de algo.

“La realidad mejora por escrito”
Juan Villoro.

MICRO-CRÓNICA:

Juan Villoro termina su cuento Mariachi con la frase “la vida es un caos, pero tiene secretos”. Para mí hoy sólo es caos. Veo moverse a la gandola de al frente y pienso en qué innecesario es que yo esté ahí haciendo esa cola. Avanza unos centímetros. Quizás milímetros. O quizás no se mueve y es solo una ilusión óptica ocasionada por tener la mirada fija tanto tiempo. Me duele la vista, ahora que lo pienso. Y tengo calor.

Le subo la intensidad al aire acondicionado. Mi mamá no muestra tantos problemas de paciencia como yo. La veo y está tranquila. Pero no entiende nada de lo que está pasando. Lo veo en sus gestos y lo dijo unos minutos antes. Hay camiones y gandolas a nuestro alrededor. Todos tocan cornetas y lanzan frases de insultos al asar. Cada dos o tres de ellos hay un automóvil regular.

Son aproximadamente seis canales que forman un embudo en el que se supone terminaremos en la entrada del Puerto de La Guaira. A algunos metros está lo que debería ser la entrada. Una estructura enorme y bonita que dice SENIAT. Tiene como cuatro accesos y todos están cerrados. La estructura está literalmente de adorno, al parecer.

Minutos antes de meternos en la cola de gandolas habíamos intentado acceder por ahí y un Guardia Nacional nos dijo que esa no era la entrada. Que teníamos que salirnos y acceder por la “verdadera” entrada.

Suena la musiquita predeterminada de los Samsung. Mi mamá responde. Es su amiga, con la que tenemos que encontrarnos para que nos entregue el paquete. Sin embargo, la mujer es de Caracas y no sabe por dónde carrizo entra para su trabajo. Selene intercambia unas palabras con ella y lo que logra entender, entre tanta confusión, es que estamos en la entrada que no es.

Me acomodo en el asiento e intento leer el libro de turno: Espejo Retrovisor de Juan Villoro. El cuento Mariachi está interesante. No le creo a Villoro la totalidad de la ficción que debería tener su supuesto cuento. Pero ¿qué importa eso? Tenemos que atravesar cuatro o cinco columnas de gandolas y camiones. Se supone que dos de los canales que están utilizando son de contraflujo, pero la rebelión es la bandera del tráfico en el estado Vargas.

El panorama es así: nosotras estamos en el primer canal y tenemos que dar la vuelta en U, atravesándolos todos, para ir a la vía principal (Av. Carlos Soublette si decido hablar formalmente) y así poder dirigirnos hacia la entrada que supuestamente es. Mi mamá pone la luz de cruce y empieza a moverse. Poco a poco, al ritmo en el que la super cola se mueve, se va metiendo.

Cuando conseguimos estar en la parte baja de nuestra U, lanzo un suspiro y entorno los ojos. Nosotros estamos en posición horizontal y todos los demás carros del embudo en dirección vertical. El copiloto del camión que está justo al frente me mira y se ríe. Pero no a modo de coqueteo, es más a modo de “están locas”.

Todavía nos faltan dos columnas por atravesar. Apenas se mueve el tráfico un poco, mi mamá se endereza y para en lo que se supone debería ser el canal en contraflujo. Es decir, nosotros estamos en la dirección correcta y todos ellos (aproximadamente tres o cuatro carros) están abusando. Ya no hay mucho de qué preocuparse.

Lo logramos. Salimos del atasque innecesario y nos dirigimos a la entrada al Puerto de La Guaira que está ubicada cerca del Muelle Pesquero del estado. Este acceso también está cerrado, así que llamamos por teléfono a la mujer. “Ah, no es aquí… Sí, claro. Estábamos donde dice SENIAT. El Guardia dijo algo de una tanqueta. Sí… Ah, déjame preguntar”, dice mi mamá mientras habla con la señora.

Resulta que la cola innecesaria, era necesaria. Pero eso solo lo sabemos cuándo salimos de nuevo a la vía principal y le preguntamos a una camioneta de la Guardia Nacional dónde queda el Destacamento 452. Resulta que ahora se llama Guardia del Pueblo o algo así. Volvemos al lugar del tráfico loco. Por tercera vez en el día en menos de dos horas.

Hacemos la cola de nuevo. Esta vez está más corta y no están abusando de los canales en contraflujo. Para mi sorpresa –y fortuna-, conseguimos entrar al Puerto de La Guaira más rápido de lo que pensé. Pero para entonces, ya el calor me había dado dolor de cabeza, el celular se había quedado repentinamente sin señal y el no haber almorzado habían hecho estragos en mí.

Casi eran las cuatro de la tarde cuando por fin la mujer nos entrega todo. O bueno, a mi mamá porque yo no quise bajarme del carro. Mientras todo esto sucede, yo solo leo. Y esporádicamente veo ese edificio viejo que se supone era una escuela de la Guardia Nacional y no lo han recuperado desde que tengo uso de razón. Es decir, ¿hace más de una década? Había rumores de hacer una escuela bolivariana ahí, pero solo eso, rumores.

Termino Mariachi de Juan Villoro y mi mamá llega al poco tiempo con una galleta María. Quizás la vida no sea tanto caos si al rato de perder horas de tu vida te dan un dulce. O quizás ese sea parte de sus secretos. Toda la vida viviendo en La Guaira y nunca había visto ese lado del puerto. Tampoco sabía que habían construido un edificio del Destacamento 452 –ahora Guardia del Pueblo- adentro.

Por fin nos dirigimos a nuestra casa después de unas cinco horas. Pero tenemos que desviernos. Algunos vecinos están protestando por comida y la vía está cerrada desde poco antes de la calle en donde vivimos y hasta poco después. Tenemos que dar otra vuelta innecesaria. Me corrijo: a veces la vida sí es puro caos.

-M.