Mariana Camacho, Diseñadora de la marca bajo el mismo nombre, nieta del compositor Johnny Quirós y todo una happy mommy que ama su familia.
"La creatividad es permitirte a ti mismo cometer errores. El arte es saber cuáles mantener." -Scott Adams.
Mariana nació en Caracas, aunque tiene dos nacionalidades. Es venezolana y costarricense gracias a su abuelo, ese que compuso el “mi limón, mi limonero…” que todos se deben saber. De joven fue una malportada. Al punto de no presentar la prueba vocacional. En algún punto pensó en ser odontólogo. Se escapó a Valencia para una entrevista de trabajo. Fundó Mariana Camacho en lo que sigue siendo su Atelier en Prados del Este. Se casó con un abogado. Tiene dos hijos con el abogado. Es súper positiva, alegre, risueña y familiar hasta llegar a tener como uno de sus mayores deseos el de disfrutar de muchos descendientes.
Es una muchacha de una estatura promedio que lleva el cabello castaño más arriba de los hombros y siempre, pero siempre una sonrisa. Casi siempre viste de su marca porque la hace sentir bien y ha armado su horario en relación a poder pasar tiempo con sus hijos y rendir como la cabeza de Mariana Camacho.
Corrían los 2000 y Mariana salió de su casa a presentar la prueba del CNU. En Venezuela, el Consejo Nacional de Universidades se encarga de realizar anualmente a los alumnos cercanos a graduarse de bachiller una diagnóstico vocacional para que éstos, si están dudosos sobre su futuro, tengan conocimiento de hacia dónde se inclinan psicologicamente y les sea más fácil decidir. Mariana regresó a casa sin haber presentado…
_¿Y adónde fuiste tú? –le preguntó su mamá.
_¿Yo? Yo salí con unos amigos…
Y no fue rebeldía. Simplemente sabía que quería algo creativo. Algo que en Venezuela probablemente no iba a encontrar. Es por eso que sus papás no tuvieron problema con alimentar la idea de irse a estudiar al extranjero. Idea que fue desechada tras el paro petrolero del 2002. Después de muchos ¡No puede ser! Entre la sorpresa, la decepción y la incertidumbre, Mariana se encuentra con una de sus amigas del colegio, una que resultó ser Chica E! 2010
_Chama, tú sabes que yo modelo para unos chamos que estudian diseño de modas –la abordó Patricia Zavala en aquel momento.
_¡No puede ser! ¿En dónde? –respondió Mariana.
_En Altamira, por allá arriba hay una casa. ¿Por qué no vamos?
_Bueno, vamos…
Y fue. Y a los pocos meses comenzó y le encantó. Hizo clic demasiado rápido con la carrera. En el año 2003 se inauguró en Las Mercedes el Tolón Fashion Mall, un Centro Comercial que prometía traer lo último en moda y agregar calidad en el lifestyle de los caraqueños. Mariana era ya una estudiante activa del Instituto de Diseño Ambiental y Moda Brivil, y comenzó a trabajar en El Tolón. Sin embargo, la gran puerta para ella en este Centro Comercial no fue esa tienda del amigo de su hermano en donde diseñaba accesorios. Si le gustó y lo disfrutó, pero el trabajo soñado para Mariana Camacho vino cuando abrieron EXOTIK justo en frente de su primer trabajo.
Recién graduada de Diseño de modas y poco después de muchos “Yo quiero conocer a ese señor”, cuando veía a lo que parecía ser el encargado de la franquicia en Venezuela, ese Señor iba a estar en el país haciendo entrevistas. Mariana no manejaba mucho y para no alarmar a su mamá, mintió sobre la reunión, dijo que era en Boleíta. Con la compañía de una amiga que no era menos perdida que ella, y después de llegar casi que a Barquisimeto, llegó a Valencia. Y aunque la cola para la entrevista no era normal, sabía que ese trabajo tenía que ser suyo. No se pudo haber ido hasta otra ciudad por nada.
Y entonces lo vio, un hombre muy alto, de camisa blanca impecable y chaqueta. Imponente, pues. Y lo primero que le vino a la mente fue decir: “¡Hola! ¿Cómo está? ¿Sabe que este trabajo es mío?” Y ese fue el inicio de una relación laboral que trascendió los vínculos profesionales y convirtió a su jefe en un amigo de la familia.
Y aunque la cola para la entrevista no era normal, sabía que ese trabajo tenía que ser suyo. No se pudo haber ido hasta otra ciudad por nada.
A un mes de ese día se encontraba Mariana en Los Ángeles, comenzaba a trabajar con Mr. Park. Trabajó en producción en masa y hasta lograron hacer una línea de EXOTIK exclusiva para Venezuela, donde había más de 30 tiendas. Se convirtió en todo una fashion buyer, a pesar de que en Venezuela no se estudia para eso. Veía cómo iba a ser la tienda, cómo se iba a mezclar, qué venía para las próximas temporadas. Fue a ferias de moda y aprendió sobre cómo se ven las tendencias un año antes, dos años antes, cómo la gente va definiendo lo que va a venir. Para una jovencita en sus 20, que no tenía ni la más mínima idea de que todo este mundo que se le estaba abriendo existía, era un sueño hecho realidad. Todavía resulta un trabajo soñado para los aficionados a la moda.
De su ex-jefe aprendió, entre tantas cosas de estructura y organización, ya que es coreano, que nunca se debería hacer una reunión de negocios después de las ocho de la mañana. La primera hora del día resulta la mejor porque probablemente aún no ha pasado nada que pueda contaminarte el cerebro o que te cambie el humor. También aprendió que en tiempos de crisis es bueno invertir y eso es lo que más ha puesto en práctica.
Después vino Brasil. Tras un convenio con su jefe, logró hacer unas pasantías por dos veranos trabajando con trajes de baño. Esta fue la razón de que Mariana Camacho, como marca, comenzara haciendo trajes de baño. Fue lo último de lo que aprendió, lo último que le quedó. Además, tenía acceso a comprar las telas, los patrones se los conocía casi perfectamente y se le daba bien.
Junto a Patricia Fumo consiguió alquilar un local en Prados del Este y el prêt-à-porter, vino de manera natural. Las primeras piezas que la catapultaron fueron unas que llevaban unos cuellos bordados por unos chinos en París y el resultado fue “del más allá”. La colección se llamó Renacimiento y fue el primer paso fuera de los trajes de baño que dio Mariana Camacho.
De su ex-jefe aprendió, entre tantas cosas de estructura y organización, ya que es coreano, que nunca se debería hacer una reunión de negocios después de las ocho de la mañana.
Ya la marca se encuentra en distintas tiendas y unas cuantas están alrededor del mundo. Ella sigue trayendo las telas y haciendo el trabajo completo. La ropa le gusta más que los trajes de baño porque a diferencia de sus amigas, Mariana nunca fue amante a la playa. Ella es una chama de ir a cenar, super citadina. Se siente más identificada con la ropa y por eso le gusta mas.
La última gran novedad de la marca es que mandaron a estampar su propia tela en Italia, se acerca un desfile y, por primera vez, hará una campaña fuera de Venezuela donde tomará las fotos ella misma, porque su más nueva fijación es la fotografía. En diciembre 2015 se decidió a explorar y sacar la espinita que tenía al respecto y se regaló una cámara. Antes de hacerlo llamó a varios de sus amigos fotógrafos, entre ellos Guille Felizola, con quien ha trabajado muchas veces en el pasado, ellos la ilustraron en el tema y logró darse su buen regalo.
Se inscribió en un curso de fotografía en el Roberto Mata Taller de Fotografía y volver a estudiar le ha sentado “riquísimo”, aparte de darle a entender por qué los maestros se mantienen jóvenes. En un grupo donde la menor tenía 12 años, ella era literalmente la mamá. Y aunque le falta hacer ciertas especializaciones, le encanta el lugar, que no es más que un Galpón. La primera vez que fue, Mariana exclamó un “¡Wow!” de emoción y su esposo le respondió con un “¡¿Esto es un galpón!?”
Por cierto, entre el inicio de Mariana Camacho como marca y las últimas novedades, la diseñadora venezolana que también es costarricense se casó.
_¿Por qué usted no tiene novio? Siempre está sola –le decía su jefe en sus tiempos de fashion buyer en EXOTIK.
_Pero si estoy siempre trabajando con usted, ¿cómo voy a tener tiempo para tener novio? ¡¿Está loco!? –respondía ella con el debido respeto.
_Yo le voy a presentar a un abogado mío… Usted y él van a hacer una mezcla muy buena.
Y sí, se casó con su abogado. Simón Mendoza le lleva casi ocho años a Mariana y es la parte seria de su cerebro. Es abogado y la persona más correcta y cuadriculada que conoce. Nunca lo ha escuchado hablar mal de alguien, no es tanto que sea transparente sino que no ve el hecho en hablar mal de una persona. Es muy moralista, no sólo fuera de casa, sino también dentro. Es tan meticuloso que llama a su mamá todos los días a la misma hora. A él ahora le toca convivir con “esa loca” y a ella con esa “voz de la razón”, que a veces hasta podría jurar que se le aparece y le dice que no haga ciertas cosas.
Su esposo siempre le ha dicho que sea independiente. Más allá de que él pueda ayudarla, más allá de ser el hombre de la casa, la empuja a la independencia para que el día de mañana ni tenga nada que deberle en un aspecto económico, ni se vea atada a él. Y más allá de todo esto, que sea independiente por si el día de mañana a él le pasa algo, Mariana pueda sola con sus hijos. Simón es de los “trabaje, usted puede hacer que esa marca llegue a dónde sea, échele pichón”. Pero también es el de los regaños.
A él ahora le toca convivir con “esa loca” y a ella con esa “voz de la razón”, que a veces hasta podría jurar que se le aparece y le dice que no haga ciertas cosas.
En una situación hipotética, Simón y Mariana van hacia un barranco…
_¿Qué tan alto será? –diría Mariana.
_¡¿Tú estás loca!? ¿Cómo que te vas a lanzar por el barranco? ¡Frena! – Seria la respuesta inmediata del abogado.
En una situación no tan hipotética…
_¡Qué chiste que Clementina ahora baila en la mesa del comedor! – Suelta Mariana entre risas.
_¿Cómo que Clementina ahora baila en la mesa del comedor? ¡Baja a la niña de ahí que se va a caer y se va a reventar la cabeza! –contesta Simón.
Clementina es la última integrante de la familia, tiene apenas un año y aunque es “bien candela”, es también más seria. Nada que ver con su mamá. Es hermana de Simoncito, que tiene tres, habla hasta por los codos y posee una energía que da miedo. Pero ambos son una nota y hacen que a Mariana le brillen los ojos cada vez que habla de ellos. Todos dicen que la diseñadora es relajadísima y nunca se molesta con sus hijos. No obstante, gracias a la chiquita no tiene celular. Lo lanzó por la poceta y es de las pocas veces que Mariana ha reaccionado con un regañón: “¿Qué pasó? ¿Estás loca?”. Aparte de todo esto, gracias a la situación país, no tenía arroz para sumergirlo y que no sufriera tantos daños.
Nunca los lleva al taller. O casi nunca. Al preguntarle si los niños vienen, lo primero que exclama es un: “¡Jamás!”. Primero, porque en una oportunidad había una aguja mal parada cerca de Clementina. Y aunque no pasó nada, Mariana dijo: “No vienen más”. Sin embargo, Simón ha ido y siempre dice que quiere picar tela. La diseñadora cree que debería aprovechar que no sabe que es un trabajo. Y segundo y más importante, porque su horario en el atelier, es su horario en el atelier. Como ama de casa y mamá, ha aprendido a dedicarle tiempo a cada cosa. Aunque le costó mucho al principio, como es una persona que se adapta rápido, lo logró. Más allá de por ser una workaholic, cualidad que comparte con su esposo, el aspecto familiar, en tanto que núcleo creado por ellos, era algo inexplorado que tuvo que adquirir. No obstante, Mariana llega todos los días al atelier después de dejar a sus gordos en el colegio, almuerza todos los días de su vida con ellos y trata de estar en su casa no después de las cinco y media para poder pasar tiempo de mamá y poder tener todo listo para cuando llegue Simón.
En ese mommy time, Mariana llega y manda música por bluetooh a las cornetas. Aunque ama el jazz, le gusta Amy Winehouse y su cantante favorita es Lauryn Hill hasta llegar a escucharla a un nivel depresivo, por esta época, está pegada con los festivales de break dance, así que eso es lo que pone al llegar a casa. Los niños empiezan a bailar en la sala y ella se quita los zapatos y se les une. Le encanta ser super creativa con ellos porque su papá será todo lo contrario. De hecho, cuando llega Simón, la música deja de sonar. No lo ve como algo malo, sus hijos van a tener un poco de todo.
Cada verano hay un viaje familiar en el que le toca ser mamá tiempo completo. Las 24 horas del día, los siete días de la semana. Hace el desayuno, el almuerzo, la cena. Llega más cansada de esos viajes, pero llega feliz. Y eso es lo que le desea a sus hijos, que sean felices. Mari piensa que hay tantos adultos con dinero, fama, éxito, etc. Y son personas que son muy carentes de otras cosas. Ella prefiere que tengan una niñez super sana y lo más amena posible para que su vida adulta sea más fácil.
Ambos son una nota y hacen que a Mariana le brillen los ojos cada vez que habla de ellos.
Simón y ella tienen una relación super sana y respetuosa. Mariana da gracias a Dios de que él no es como ella. Y aunque a veces se ría de las cosas que él le dice con palabras no convencionales, no va más allá de ser porque le dan risa las palabras. Una vez a la semana hacen algo ellos, en plan de cita romántica. Ella habla muchísimo y él se anima a hablar, nunca se cansan de hacerlo. Quieren tener más hijos, pero la situación actual de Venezuela los hace dudar. Cada vez que una de sus amigas le dice a ella que está embarazada del tercero o el cuarto es como un sueño. Su imagen navideña ideal es una cena familiar en dónde haya un gentío, tipo que ni se escuchen porque todos están hablando.
Por ahora, Mariana se conforma con sus reuniones familiares. Esas donde gracias a ser la más chiquita de tres hijos donde los otros dos son varones y están felizmente solteros, Clementina y Simoncito son bien atendidos. Son los primeros nietos y todos quieren darles de comer, bañarlos, dormirlos… Y aunque Mariana ama a sus hijos, un descanso no hace daño.
Con su mamá y su papá también la relación es super sana. Su mamá es ama de casa, una persona artística en el sentido de resolver… de ser mamá. Tiene una chispa loca, es cien por ciento pilas. De esas madres que todas las agarra y te las devuelve. Su papá es ingeniero y es cero creativo. Nunca se le ocurriría nada qué cocinar si solo tuviese un huevo, agua y sal. Ni siquiera huevo sancochado. La diseñadora utiliza la palabra sana para englobar que son una familia que se lleva muy bien, con una comunicación excelente y que no excluyen las molestias que llevan a discusiones necesarias para avanzar y mejorar. Es una relación que ella espera que sus hijos mantengan con ella. No obstante, los fines de semana son de su familia nuclear. Van los cuatro a todos lados: Simón, Mariana, Simón chiquito y Clementina. Si uno se enferma, todos se quedan en casa. Si hay un cumpleaños familiar, van todos, y así…
También le da prioridad a las amistades. Piensa que hay que cultivarlas y tratar de mantenerlas, porque son como medicina. Cree que la gente que es sola sufre más que la que en verdad es cercana a otros. Por eso una vez al mes tiene con su grupo de amigas lo que ellas llamaron el almuerzo adeco. Siempre escogen distintos sitios de Caracas para ir desde el mediodía, hasta que se cansen de conversar o ya sea demasiado tarde. Han ido desde la calle de atrás de su atelier hasta Galipan.
Los otros 29 o 30 días del mes, la diseñadora se levanta a la misma hora y desayuna a la misma. Si no come el infierno se va a abrir y “nos vamos a morir todos”. En el desayuno es en la única comida en donde permite el celular, porque es algo rapidito que hacen los cuatro en la cocina y lo toman más informal. Además, su atelier abre a las siete de la mañana y Simón entra muy tarde al colegio, así que tiene que ir chequeando. De resto, es totalmente anti celular en la mesa. Después de llevar a los niños al colegio, llega a su taller pasadas las ocho y cuarto, y sobre el resto del día ya se ha hablado.
Mariana se sabe toda la movida gastronómica de Caracas. Hasta sus más mínimos recovecos. Es una persona de vibras. Aunque hayan personas que piensen que son “mariqueras”, sabe reconocer cuando una persona tiene a su alrededor un ambiente demasiado tenso o pesado. No puede explicarlo muy bien, pero lo siente y en la mayoría de los casos tiene razón. Es muy positiva, a veces está en situaciones de pánico y lo que hace es pensar: “bueno, tranquila, lo vamos a solucionar, no hay manera de que esto pueda empeorar”. En Venezuela, a pesar de llegar a su casa después de no conseguir nada en el mercado y con la sensación de que no puede salir a ningún lado con los bebés por la inseguridad, sabe que en algún momento, cuando todo pase, se va a comer las maduras. Le ve el lado positivo a todo.
Por otro lado, cree que es muy floja, que puede dar más. A veces quisiera que el día en vez de 24 horas, tuviese 27, para poder ir al gimnasio y tener un tiempo extra para que la cena siempre esté lista, porque de vez en cuando tiene que hacerla medio atropellada. Otras veces, le cuesta mucho dar el brazo a torcer, capaz es uno de sus defectos, cuando alguna persona del taller le hace una sugerencia a veces dice que no y a veces lo acepta y dice que puede funcionar. La mayoría del tiempo está tan segura de lo que hace que le cuesta mucho. Y es que ella buscó la tela, la probó, la compró, la pobre tela hizo un viaje hasta Venezuela y fue cortada con un patrón que tuvo tiempo haciéndose, entonces, ¿por qué tiene que quedar mal? La seguridad que tiene en sí misma puede pasarle malas jugadas, porque cuando algo no sale como ella quiere, se desestabiliza de a ratos.
Si piensa en estas características como defectos, puede agregar que de vez en cuando cree que no es tan creativa, o que por el mismo cansancio del ritmo de vida que lleva le cuesta un poco. Cuando estaba soltera podía inventar, a veces se sienta en su escritorio se pone a husmear en la web y siente que la falta de tiempo la ha hecho menos creativa y más práctica.
No obstante, de la marca ha aprendido que aunque su seguridad a veces pase la raya de la virtud, cuando es fiel a sí misma le va mejor que cuando quiere ser comercial. La diseñadora apoyaría fielmente al director creativo de Gucci, Alessandro Michele, cuando dice “… porque una gran historia alrededor de un vestido hace que mates por él”. Al parecer, según ella, el mercado percibe cuando pones el alma en una pieza, dice que es como si captaran más la esencia. Es por eso que usa bastante su ropa, porque se siente identificada, bien vestida, a gusto. Aunque admite después de un “¡qué pena!” que sus pantalones son Miss Sixty desde que tiene quince.
Mariana se sabe toda la movida gastronómica de Caracas. Hasta sus más mínimos recovecos.
En un mundo paralelo, Mariana podría estar trabajando en las ventas de alguna empresa, porque considera que vende muy bien y que las ventas lo son todo. No le da miedo porque lo máximo que puede pasar es que le digan que no. Sin embargo, esa vena creativa que viene de su abuelo no se puede negar. Él fue el compositor de “Limón limonero” de Henry Stephen, “Mi Cacharrito” del brasileño Roberto Carlos, “El Malquerido” de Felipe Pirela, entre muchas otras canciones famosas de la historia. Juan Camacho, mejor conocido como Johnny Quirós, nació en Costa Rica en 1925, pasó por Brasil y a sus 25 años, en 1948, emigró a Venezuela, donde ocurrieron parte de sus mayores éxitos. Le dejó a sus nietos más que muchos booms musicales, una autobiografía que no los deja despegar los ojos del libro. Además de muchísimas anécdotas y las ganas de ir siempre por más.
Mariana quiere envejecer en Madrid, porque es su lengua natal y a pesar de hablar inglés, saber un poco de francés y alguna que otra palabra en coreano, se imagina que estar en un país con un idioma distinto al nativo debe ser difícil. Espera mejorar en el aspecto familiar, ganar más tiempo con sus hijos y esposo. Tener una tienda o showroom en algún lado. Y disfrutar de cada momento y etapa como ha venido haciendo.
Ubicación, palabra:
Francia: Baguette
Rusia: sombrero ruso (shapka)
Italia: La Toscana
Alemania: Familia
Inglaterra: Los ponchos de Otto
E.E.U.U.: Comida
Latinoamérica: Crecimiento
Entre gustos y colores:
Un lugar: Mi casa
Un libro: El Sari Rojo de Javier Moro
Una película: los puentes de Brooklyn
Una disco: The Miseducation de Lauryn Hill
Una época: de los 20 a los 29
Un color: Rojo
Fotos cortesía de Mariana Camacho