Visita a destinos cercanos al poblado de Urama en la parroquia Caruao de la Costa del Estado Vargas durante las fiestas de Semana Santa. Playa de Urama, Playa la Cueva, Playa Paraíso y Río Chorrerón.
"I travel because I become uncomfortable being too comfortable" - Carew Papritz
Llovió, llovió y llovió toda la mañana del Jueves Santo. Semana Santa, un asueto sinónimo de playa, sol y arena que siempre tiende a tener momentos de nubosidad. En mis recuerdos están muchos Miércoles Santos, después de la procesión del Nazareno, todos en la casa de la Abuela Beatriz, el cielo pintado de gris y yo preguntando por qué. Mi mamá siempre respondía que el cielo estaba triste porque habían crucificado a Cristo. Desde hace unos años no es igual. La procesión termina cuando ya ha oscurecido y la abuela Beatriz no está.
Sin embargo, si algo no recordaba era lluvia en otras Semana Santas. O no como ese día, que hasta la luz se fue. Me bañé a oscuras y a duras penas pude depilarme las piernas. Tanto, tanto, me entorpeció la luz, que terminé saliendo con mis cholas de andar en la casa y no las que tenía pensado llevar.
Como a las once de la mañana emprendimos nuestro camino a La Costa varguense. Esta vez desde otra visión, dese otra experiencia. Acampamos en Urama y llegamos en un jeep. Nada de posadas, nada de transporte 4×4 personal. Tampoco estuvimos a la intemperie. Asentamos el campamento en lo que podría ser el porche de una casa, en la que podíamos usar la cocina y el baño, con vista a la playa. A veces, ni siquiera en una posada puedes levantarte y ver la playa frente a ti, por lo que esta nueva experiencia tenía un tono más mágico o espiritual.
Playa La Cueva en Urama
Urama es otro pueblo de la parroquia Caruao. Uno que no conocía porque siempre ha sido de tránsito. O al menos para mí. Porque mis viajes a La Costa llegaban hasta Todasana o pasaban de largo hasta Chuspa, el último pueblo. Nunca me había detenido demasiado en algún poblado intermedio. Ni sabía que existía una cueva marina en una de sus playas. Y como ese fue el atractivo del plan que ofreció Criollo Extremo, fue lo que hicimos el primer día. Atravesamos la playa de Urama para llegar a Playa la Cueva y hacer pequeñas y corticas escaladas para llegar hasta la cueva.
Nada más inspirador que un viaje para aclarar ideas. Aunque no esté exento de los desórdenes nocturnos. El reggaetón –o trap-, la salsa y, por supuesto y ya que estábamos cerca, el pueblo de Todasana. El dueño de la casa y su mujer estaban compartiendo con nosotros desde que comenzamos a poner música, así que cuando todo parecía achantarse un poco en la casa y como el alcohol era indirectamente proporcional a ese achante, ellos propusieron la idea de ir a la fiesta en Todasana. Entonces fuimos.
Para nuestra sorpresa, esa noche de fiesta y trasnocho sería la más tranquila de las dos que pasamos ahí. Al día siguiente, llegaron algunos invitados con una corneta que no paró hasta el tercer día, cuando teníamos que regresarnos y ellos salieron al pueblo. Aplastaron totalmente el ruido de las olas. Pero el tratar de evitarlos nos llevó a hacer parilla y fogata en la playa, a la luz de la luna, que en dos días tendría que estar completa y alumbraba como si fuese electricidad cerca de nosotros.
Playa Paraíso
Ese segundo día fue seguro el más enriquecedor para nuestra vista. Es que todo lugar llamado paraíso tiene que ser, por defecto, asombroso, y tener palmeras. Y claro, Playa Paraíso no es la excepción. Si de Playa Larga, a la que visitamos el tercer día porque no podíamos ir a La Costa sin pasar por ahí, conquistan sus grandes rocas y arena suave, de Playa Paraíso te enamora la primera imagen que tienes al llegar a ella después de hacer un trekking montaña abajo si no tienes vehículo rustico.
Es como una pintura: la playa al fondo, palmeras y un río que poco a poco va encontrando su camino hasta la playa. Un destino paradisiaco. El excelente abreboca para terminar en Chorrerón, uno de los ríos más famosos de La Costa varguense y el gentío que va lo confirma. Todavía sueño con el día en el que pueda disfrutar de él sin tanta afluencia de personas. Que esa hazaña de la naturaleza esté disponible sólo para mí y unos pocos. Porque sí, toda caída de agua natural, por más pequeña o grande que sea, es como un milagro de la vida.
Playa Larga y el adiós
Ese último día, en lugar de amanecer con la vista y el sonido del mar, lo hicimos viendo hacía la playa, pero con cualquier tipo de música escandalosa sonando a nuestro alrededor gracias a los invitados del dueño de la casa. Cuando por fin tuvimos descanso, no faltaron los comentarios, sobre todo uno que fue determinante: “Que bello se escucha eso… El Silencio”. La corneta dejó un hueco en el sonido. Espacio que empezó a llenar el romper de las olas.
Pero fueron solo minutos durante el desayuno. Mientras nosotros fuimos a despedirnos de La Costa visitando la amada Playa Larga, que nos quedaba al lado, los inquilinos volvieron a encender la música. Pero ya habíamos tenido suficiente y partimos de La Costa directo a nuestras casas sin protestar demasiado. Yo lo hice recordando que le sigo debiendo al pueblito de Todasana las fotos para mostrarlo mejor.