La brevedad es el alma de la ropa interior Dorothy Parker
No sé quién fue el -o la- que dijo que la lencería es la poesía en el armario de una mujer, pero qué acertada la comparación. La poesía, pasional e íntima, es el género literario perfecto para ser el análogo de la ropa interior. La lencería sostenible, que implicaría un nivel “más alto” de poesía, es, quizás, la declaración más determinada a la vida, humana y natural. Del armario a la vida.
Con lo popular que se ha vuelto el tema del amor propio, los clichés y las radicalizaciones en las que se cae, hablar del tema se ha vuelto un arma de doble filo, cuando al final lo cierto -y aquí caigo en lo que digo de lo radical- es que es tan subjetivo como nuestra percepción misma. No sé ni siquiera si eso está bien dicho. Si es redundante o un oxímoron. Pero a lo que voy es que cualquier cosa que hagamos de nosotros, para nosotros y por nosotros es un acto de amor propio.
Desde ir a terapia o escribir en un journal para trackear nuestras emociones; hasta ir la peluquería o comprarnos un vestido bonito. No hay acto más o menos superficial. Para mí amor propio es desde sentarme a escribir y vomitar información como esta, hasta ese momento en el que me estoy vistiendo y decido usar lencería sostenible para ese día. Así, sin razón, solo por el hecho de sentirme bien yo. No porque eventualmente la vaya a mostrar -porque puede que eso ni ocurra-, ni porque se vaya a ver “como quien no quiere la cosa” asomada en o por alguna pieza de mi outfit, sino porque yo sé lo que tengo puesto, cómo me queda y cómo me siento.
De hecho, ese último acto, para mí, es uno de los mayores actos de amor propio porque no solo me hace sentir bien en el momento o que hago algo por mí en ese momento, sino que al ser lencería sostenible de alguna manera me hace sentir que estoy haciendo algo por el mañana. Por mi mañana. Porque quizás los cambios ambientales son lentos, pero si no actuamos desde lo individual, hay menos probabilidades de cambiar lo colectivo.
Anyways, ese ritual de vestirnos para salir, de arreglarnos, de “ponernos bonita” -que al final es algo que ya llevamos puesto-, es un momento que aprendí a valorar durante este año -por razones obvias- y al que le dedico suma atención o en el que he decidido, siempre que puedo, estar bien consciente del presente y de lo que estoy haciendo.
Ponerme y subir la pieza, mirarme en el espejo, ajustarla en donde haga falta, abrochar la espalda, volver a acomodarla donde haga falta, volver a mirarme en el espejo; no por ego, ni narcisismo, sino porque estoy contenta y segura de quien soy. Porque saldré hoy con ese feeling de que me como al mundo, y de que puedo tenerlo todo -aunque no quiera tenerlo todo. De que soy mi prioridad.