Un bosquejo de Lima, capital peruana, desde Comas, al norte, hasta Miraflores, en el este, a dos semanas de haber llegado.

Estoy en la playa. He vuelto al mar. 
Escribo en un cuaderno que me traje.
Me cuesta un poco escribir porque tengo sueño.
Piedra de Mar - Francisco Massiani

Llegar a Perú desde la Frontera con Ecuador es encontrarse con Tumbes. No hay ni rastros de Machu Picchu, de Huaraz,  Ica u otros destinos turísticos. Es más bien, una provincia con muchas motokars, una infraestructura desgastada que deja mucho que desear y galpones que hacen de agencia de viajes. Con suerte, la mayoría de las personas solo están algunos minutos o como máximo algunas horas allí, todo por esperar su respectivo transporte a otro lugar de Perú.

Con más suerte, compras tu boleto directo en Migración y al llegar al galpón de la empresa correspondiente sólo tienes que identificar tu maleta, embarcarla, y montarte en el autobús. El resto es dedicarte a sentir el alivio de estar ya casi llegando a tu destino, si es que Perú es tu país final.

Salir de Tumbes es llegar a paisajes llenos de contraste. Según un mapa simple de la Agencia Flores, una ruta Tumbes – Lima tiene que pasar por Zorritos, Mancora, Sullana, Piura, Chiclayo, Cajamarca, Chilete, Guadalupe, Pacasmayo, Trujillo, Chimbote. Hay paisajes áridos y costeños, y a veces los dos al mismo tiempo. Se van alternando conforme vas atravesando cada provincia. Una línea conectora son las viviendas rurales o populares, según corresponda al lugar. En todo ese camino no hay edificios modernos, pero en la zona costeña sí se hacen notar algunos Clubs o Posadas con características actuales. EEn algún punto hasta llegas al desierto. O la zona más árida con montañas y montones de tierra.

Todo cambia cuando arribas al terminal de Plaza Norte. “¡Qué vaina tan bonita!”, exclaman algunos cuando acceden a Lima desde este terminal. Casi olvidan el camino directo a él y la sobrepoblación que afecta a la capital peruana. Más ahora que aproximadamente medio millón de venezolanos han llegado a sus tierras.

Lima Norte en su máxima expresión es tráfico y en su parte más al norte: tierra. Dependiendo del distrito, es la muestra de la despreocupación pública. La recolección de basura parece, pero no es leyenda y mucho menos un mito, aún así, para algunos parece un castigo cumplir con los buenos modales y cuidar el ambiente. No se escapa a esa forma desenfrenada y desconsiderada de manejar. Quizás se incremente. Como si la única preocupación fuese llegar primero, tipo una película de Rápido y Furioso versión transporte público.  Aunque los automóviles particulares no se escapan de esas mañas.

El otro lado del Perú: Miraflores

El giro de 180° es el este, que tiene como marco su casco histórico con una arquitectura muy propia de los centros de capitales de sus países vecinos en el norte del sur. Callecitas llenas de adoquines casi de la época de la conquista y estructuras de la conquista conformadas por grandes catedrales, museos y edificios de instituciones públicas o gubernamentales.

Desde ahí se puede llegar a Miraflores, pasando por Lince y Jesús María, zonas de clase media –alta- peruanas en donde la arquitectura se torna mucho más moderna que en el resto de Lima y se practica el turismo, especialmente en Miraflores. En Larcomar se puede disfrutar de paseos por los distintos parques, compras de marcas extranjeras importantes en distintos rubros y la vista panorámica de toda la costa.

Es la zona turística que nada tiene que ver con la a venida Panamericana o la avenida Universitaria con sus cientos de vendedores ambulantes y sus paraderos llenos de tierra. Para muchos, ese es el otro lado del Perú, para los que entraron desde Tumbes y se consiguieron con los Distritos del Norte, Miraflores y sus distritos allegados son una grata sorpresa.