Hace par de años, cada dos de diciembre, a exactamente un mes para mi cumpleaños, publicaba una wishlist que servía para Navidad y mi aniversario de vida. Ya dejé de hacerlo en el blog, pero en mis journals siempre están presente esas pequeñas ambiciones. Hoy, a pocos días para mi cumpleaños 26, a dos, para ser exactos, tengo una lista de deseos que va desde lo que yo llamo “travel pills”, que son pequeñas capsulas de aspiraciones viajeras que quiero hacer y cumplir; hasta objetos y cosas tangibles como sillones de masaje o una maleta que te sigue.

Es el último día del año y evidentemente no puedo evitar pensar en esos deseos para el 2021. Todos los 31 de diciembre, a excepción del año pasado, que lo hice en enero, publico una reflexión basada en mirar atrás. No sólo en lo que era hace un año, sino desde que tengo el blog, que cuento como si fuese mi vida relativamente adulta y en donde comencé a vivir realmente por y para mí. O bueno, cuando empecé a ser realmente consciente y a tratar de ser la mejor versión de mí para cumplir mis sueños, que en realidad son metas.

En algún punto de todo esto, me prometí a mí misma que cada año sería mejor. Con sus altas y bajas. Sus emociones cómodas y las que se sienten horrible. Esas que te hacen sentir vacíos en el pecho, o en el estómago. Y sobre todo las que te destruyen, como las muertes inesperadas. O las decisiones que a largo plazo son lo mejor, pero en el momento son difíciles. Muy difíciles.

Aprendí que, con sus características, yo soy la que tengo el poder de decir y no sólo eso, sino que soy la responsable de ello y puedo aceptarlo, además de tener la certeza de que es así: cada año es mejor, porque cada año soy más consciente de mí y de lo que soy. Cada año aprendo más sobre eso y no hay nada mejor que aprender a disfrutar de lo que la vida te da. Sea positvo o negativo. Bueno o malo. Que al final son etiquetas que tú mismo pones. Porque sí, nada es más cierto que a pesar de lo difícil que es cambiar nuestro mindset, podemos elegir hasta qué punto ser afectados por algo, o cómo nos afecta. Y si pasa que nos sentimos incapaces de poder hacerlo, al menos podemos trabajar en entender el por qué nos sentimos así. Y ahí comenzar a trabajar por cambiarlo.

Este año destruyó muchas cosas que daba por sentado. Y me recordó otras que había dejado atrás y son parte de mí. Me alcanzaron. Me intervinieron. Fue una especie de: “hola, nosotras también somos importantes para ti, y nos habías olvidado”. Definitivamente, nos hacías falta, 2020. De otra manera, no hubiésemos podido entender muchas cosas. Mirar adentro con la rutina que tomé en el 2019 no era algo que pasaba con frecuencia. Ahora sé que el equilibrio es demasiado importante. Fluir. Equilibrio. Dos palabras que protagonizan este año. La primera, porque fue con la que comencé el año y me trajo hasta aquí. La segunda porque es con la que cierro este 2020 y me llevo para el 2021.

Hoy puedo agradecer cada minuto pasado desde el 01 de enero de este año hasta este 31 de diciembre 2020.

Y gracias, Miley, por que sí: life’s what you make it.

So let’s make it rock!

Gracias por tanto a todos, así despido el 2020 y me abro paso a 365 días más para no más de “convertirme en quien quiero ser”, sino serlo de una vez por todas.