Otra escapada de este 2021, esta vez por Carnaval y a La Ciénaga, destino que me hizo recordar que el mar es todo lo que quiero ser: misteriosa, salvaje y libre.
Que aunque sea rapidito te dejo un cachito de mi alma en cada ocasión
La Cumbia del Bienvenido – Jósean Lag
No me olvidaba de cerrar los ojos cada vez que sentía al miedo subir de mi estómago a mi cabeza. Papá me enseñó que reírme puede ser el mejor desahogo a los nervios en esos momentos de miedo y adrenalina, pero además de intentar reír, yo cerraba los ojos y respiraba. y me repetía que era el mar siendo él, que era normal y que todo iba a estar bien. confié ciegamente -literal- en el “capitán” de nuestra lancha y su acompañante.
Viajar en lancha -o peñero- por el mar abierto es un acto de fe y confianza. Renueva tu esperanza en el otro y lo desconocido. En sus cuentos de que en Ocumare de la Costa nunca se había volteado ninguna lancha, ni ha habido ningún cuento trágico de ahogados o accidentes excepcionales, el capi de la nuestra nos quería generar confianza. “Solo algunos pilotos primerizos que casi chocan o cosas así”, nos dijo también. Y pensamos en que nuestro viaje de ida quizás estuvo liderado por uno de estos principiantes. Afortunadamente el de regreso no.
La ciénaga es el tercer destino desde que me reconcilié con mi amor al mar, o desde que comencé a nutrirlo otra vez desde que llegó el covid a Venezuela. Como las relaciones sirven para ilustrarlo todo, como decía uno de mis profesoras favoritos, con la ciénaga llegó ese momento tormentoso en el que no todo es color de rosa y hay momentos en los que no estamos de humor y eso puede afectar al otro.
El Caribe estaba así hoy, rebelde, “maluco” como diría mi abuela. La brisa lo estaba molestando y eso lo hizo, sin poder controlarlo, que no reaccionara tan bien y me afectara. Nuestro encuentro no salió tan bien como siempre, a pesar de haber tenido horas y horas de disfrutarnos. Porque también después de varios destinos, volví a pasar más de sólo unos minutos en el agua.
Fui suya más que nunca antes durante las últimas veces y estuve de manos atadas cuando necesitaba que lo tranquilizara. Solo pude darle su espacio, su tiempo, dejarlo ser. Definitivamente, me recordó que es cierto que nuestras relaciones son espejos y que lo que más me enamora de él, si tuviese que resumirlo, es que es misterioso, salvaje y libre; sí, casi todo lo que yo quiero ser.
Confiaba en que no iba a pasar nada malo pero no podía dejar de sentir pánico cada vez que nacía el vacío en el estómago, que odio, y pasaba cada vez que la lancha brincaba y caía en vacío de nuevo.
De hecho, quedé desnuda a mitad del viaje de retorno porque mi compañera de asiento de alguna manera intentando sostener sus cosas mientras subíamos, bajábamos y nos tambaleábamos en la lancha, me desató el nudo que amarraba la parte inferior de mi traje de baño. Justo horas antes había pensado en lo imprácticos que son este tipo de trajes de baño para actividades en la Playa. Se deshace el nudo de un lado o del otro, y quedas totalmente expuesta.
El caribe estaba rebelde el día de hoy. Me mostró que nuestros amores no son perfectos siempre, y que aceptar los defectos forma parte de las relaciones que maduran y donde cada uno se vuelve la mejor versión de sí mismo para avanzar juntos.
Una vez en tierra firme, recordé algunas reflexiones al azar que ocurrieron durante el día y fueron opacadas por el tormentoso retorno:
Comencé la noche anterior con el feeling de agradecimiento o, mejor dicho, gratitud. porque en menos de dos meses he tachado tres lugares a los que siempre he querido -y tengo años queriendo- ir de mi wishlist. Así, sin querer queriendo.
De Chuao me enamoré como tenía tiempo que no lo hacía de un lugar, en Chichiriviche de la Costa reconecté con mi energía y La Ciénaga me recordó que el mar es todo lo que yo quiero ser: mysterious, wild and free. Sí, debo repetirlo. Todas las veces que sean necesarias.
Apenas llegué a La Ciénaga, el mar me pareció más verdoso que turquesa, recordé la primera vez que miré al Pacífico. El mar y yo, desde siempre.
Definitivamente el concepto de full day o day tour, que es algo que en algún momento experimenté y que tenía curiosidad por hacer en la actualidad, no va conmigo.
Por último, pero no menos importante, sino mi momento favorito del día: reafirmé que me encanta la tranquilidad del mar acorralado entre montañas. El susurro de la vida que se crea entre ellos. Complicidad de paisajes y sonidos que surgen cuando la energía viaja entre ellos. La ciénaga por la montaña es lo último que he incluido en mi wishlist y espero cumplir pronto.