Participé en el concurso de crónicas del Maratón de la CAF en Caracas el pasado 19 de marzo 2023 con este texto, como no quedó ni detrás de la ambulancia, lo comparto por aquí para no olvidarlo

“Simplemente tienes que intentarlo en el momento apropiado. Pero puesto que es imposible saber cuándo va a llegar ese momento, tienes que maximizar tus posibilidades. Arriesgar. Salir ahí con determinación y ánimo. Salir una vez, y otra y otra…”
Elizabeth Gilbert - Libera tu magia

Más allá de la música y la animación, dentro de todos los murmullos, gritos y conversaciones emocionales paralelas que están a mi alrededor, alcanzo a escuchar claramente a mi izquierda: “no hay piernas que aguanten 42 kilómetros, eso es puro corazón”. Me detengo y volteo a ver. Lo dice un señor con una medalla azul marino guindada en el cuello, mientras lo reciben sus amigos o familia. Se besan en las mejillas. Se abrazan. Una de las personas agarra el medallón, que pinta un fondo azul y verde y sobre él una silueta dorada con parte de la arquitectura más icónica de la ciudad en relieve, arriba de este detalle dice: 2023 42K CAF CARACAS. Con ese vistazo los familiares, amigos y toda persona que se encuentra en el Parque Los Caobos da el check al corredor. Ver la medalla asintiendo y con una sonrisa en el rostro es como decir “wow, lo lograste” sin mencionar palabra alguna.

Nosotros esperamos a M, mi tío materno más pequeño, aunque lo siento mi hermano. Son las once y media y, según las cuatro horas que él decía que haría, ya debe haber llegado. Pero no lo vemos por ningún lado. Ni siquiera A con su metro ochenta puede reconocerlo entre las caras que cruzan el arco que separa al público de los corredores y otros autorizados de estar en la zona de la meta. Me pongo a pensar que quizás no ha llegado. Es el primer maratón que corre, aunque ha hecho otras carreras y se estuvo preparando durante meses. Quizás la ruta le exigió más de lo que esperó. “No quiero esta mala vibra”, pienso. No se corresponde con lo que tengo a mi alrededor. Con lo que siento…

Y lo que siento es la conquista de la ciudad. Hace el día más azul que he visto en la semana en Caracas y el clima perfecto del que se jactan los caraqueños comparándolo con el de otras ciudades. Hace sol y no hace calor. Hace brisa de vez en cuando y no hace frío. Si miro hacia arriba tengo el contraste de los árboles milenarios del Parque Los Caobos y sus ramas verde brillante con el azul celeste de fondo, así como el medallón. Hoy todo parece un poema. Pienso en que mientras más amor le damos a la ciudad, más bonita se pinta; en el uso de los espacios públicos con propósito; en los eventos que se hacían y ya no se hacen, pero que se están volviendo a hacer. Me siento sensible, como si cualquier cosa me va a hacer llorar en cualquier momento.

Aún no vemos a M, pero disfrutamos de la música -suena Caramelos de Cianuro en este momento-, de la gente que celebra, de los que ríen, de los que se toman fotos, incluso veo a los que lloran y me pregunto por qué, ¿será de felicidad? ¿de frustración? ¿de adrenalina? Nunca he corrido un maratón y es la primera vez que voy a recibir a los corredores en una meta, así que no sé qué se siente recorrer 42 kilómetros, pero suena como todo un reto; y lo que sí sé de los retos es que la mente es muy poderosa y puede jugarnos en contra o ser un motor. Por eso más allá de las personas aparentemente felices, me detengo a pensar particularmente en los que conquistaron Caracas hoy y lloran. 

Me planteo varias opciones: lo lograron y están felices, lo lograron en menos tiempo del que creían y están felices, lo lograron aunque pensaban que no lo harían y están felices, lo lograron en más tiempo del que creían y no están tan felices. Porque a veces, sin duda, somos nuestros peores verdugos. Mi timidez no me deja acercarme a preguntar nada a esos corredores solos con lágrimas en los ojos, por más curiosidad que me cause su reacción. Termino por pensar que el hecho de ver a otros con sus amigos y familias, y no haber tenido a nadie que los recibiera, también puede ser un motivo para que las emociones colapsen.

Lo cierto es que puede haber tantas historias detrás de las lágrimas como personas que lloran. Yo no corro el maratón, pero me lo cuento en mi mente para inmortalizar este momento. Esta ensalada de emociones que estoy presenciando. Esta Caracas en la que no hay miedo ni diferencias. Esta disciplina que hoy nos une. En la tarima se ha premiado a los primeros del medio maratón, los 22 kilómetros; a los de movilidad limitada y el animador ha invitado al público a esperar el resto de las premiaciones. Reviso el perfil de Instagram del maratón y veo una historia que pudo haber inspirado el comentario del señor que escuché hace rato: un hombre con suéter naranja fluorescente sostiene una pancarta que reza “donde no te lleven tus pies, que te lleve tu corazón”, la última palabra ha sido sustituida por el símbolo mundialmente conocido como el del corazón. Y es que aunque lo haya escrito como una metáfora para motivar, para correr,  incluso en lo literal, hace falta gozar de buena salud en el sistema cardiaco. Hace falta el corazón. Ahora soy yo a la que los ojos se le llenan de agua salada, pero me contengo.

Son las 12 y por fin vemos a M. Viene con una sonrisa que muestra todos sus dientes y se hace más grande al vernos. Mi papá va a su encuentro y detrás de él, mi mamá. Cuando los veo abrazarse ya no puede contenerme tanto y las lágrimas salen, aunque sigo disimulando mientras grabo un vídeo con mi celular de la escena. M estaba haciendo todo lo que hemos visto hacer a los otros conquistadores de la ciudad: bebiendo Polar Light, tomándose fotos, riendo, saltando, celebrando. Se echó menos tiempo del que pensaba. Corrió 42 kilómetros con el corazón en tres horas y doce minutos.