Actualización de mi fashion journey con el consumo consciente de moda y cómo cambié de perspectiva con la repetición de ropa y lo que significa.

“Nada más placentero que usar algo de calidad durante años. Es una rebeldía minúscula pero definitiva en estos tiempos: volver una y otra vez a las mismas cosas.”
Marta D. Riezu

Hace par de días terminé de leer La moda justa de Marta D. Riezu. Es un libro corto. Un regaño en forma de ensayo sobre la relación con la moda y el consumo de ropa que tenemos. Al marcar la etiqueta de “finished” en la app iBooks quedé con la sensación de querer más. O al menos continuar aprendiendo del tema. También con la sensación de crear y replicar.

Para mí, que tengo años trabajando en un amor sano y, tal cual como diría el libro, justo con la industria y el planeta, fue encontrar un texto en el que se reflejan mis dudas, preguntas, quejas e incluso soluciones. Marta escribió un libro que relata mis pensamientos de los últimos años y los comportamientos que he tenido. Todo excepto no lavar la ropa son remedios que he tomado para mi relación “sostenible” con la industria. 

Creo que toda persona que disfrute vestirse o que trabaje en la industria de la moda se ve constantemente tentada a adquirir nuevos productos. No sólo por tendencias. De hecho, se ha comprobado que mientras más -y mejor- defines tu estilo personal, menos te interesa lo que está de moda. O ese ha sido mi caso. 

El tema con ponernos ropa nueva o, para determinarlo mejor, diferente “a la de siempre” va más allá. Tiene que ver con la conquista del experimento que es nuestro estilo personal. Tiene que ver con la expresión de nuestro ser y eso de “no ser los mismos”. Tiene que ver con la creatividad. Sin embargo, repetir ropa también tiene que ver con todo esto. Dos caras de la misma moneda.

De la acumulación...

Desde hace un par de años tengo muchas menos piezas de ropa de las que alguna vez tuve. Yo compraba por todo y por nada. Si estaba esperando a alguien en un Centro Comercial, me metía en Zara; si iba al cine, luego me daba una paseadita por Mango; y eso solo contando la ropa y las situaciones cotidianas. Sin mencionar que podía pasar horas seleccionando libros en Tecniciencias o lo tentador que se vuelve cualquier objeto cuando estás de viaje. Vengo de una familia a la que le encanta comprar. Tener. Sobrepoblar la casa. Y sí, tenía demasiada ropa.

Comprada, heredada o regalada. Demasiada ropa. O lo que ahora me parece demasiada. Quizás no lo parecía porque como ocurre en estos casos, “siempre usaba lo mismo”. Pero tenía mi armario repleto de piezas. Prendas que me puse una o dos veces. O incluso que solo usé para alguna campaña. Sobre todo en esa época en la que sólo era travel and fashion blogger en donde las marcas creían que mi estilo de vida se pagaba con intercambios o regalos. Sin ofender ni ser malagradecida, off topic de esto, uno de mis lenguajes del amor principales (y quizás si reflexiono muy bien EL principal) es los regalos, así que disfruto demasiado de un presente con propósito e intención. Aquí no es el hecho del regalo en sí, cosa que agradezco y la verdad me encanta.

 A lo que voy de esta época es a recibir “regalos” que no fueron seleccionados para -o por- mí y que sólo formaban parte de una estrategia de marketing. Una pieza al azar para alguien al azar. Reitero que estoy muy agradecida -infinitamente agradecida- con todo lo que he recibido estos años y la simple acción de haberme tomado en cuenta. Pero para ninguna de las partes es un secreto que cuando te gusta lo que te dan o simplemente es tu estilo lo usas hasta no poder más. Y a mí se me nota. Mucho.

Pasando por el detox y armario ideal

Salir de todas esas piezas que definitivamente ya no me representaban o simplemente nunca me iba a poner, implicó todo lo que siempre digo en mis clases y asesorías de limpieza de closet: enfrentarme con mi ego, despedir partes de mí con nostalgia, hacer las paces con lo que me gusta aunque no me quede bien, enfocarme en mi proyecto de vida y la persona que soy hoy y quiero ser en un futuro. Me quedé con, lo que en este momento considero poco, pero si cuento completamente aún debo tener más de 100 piezas. Comencé a prestar verdadera atención a cada una de ellas. A conocer todas las prendas que conforman mi armario. Si las menciono hoy, probablemente no se me escape ninguna o quizás solo un par. 

Entre esos grandes detox y comenzar a registrar mensualmente todos mis outfits para un “post tipo revista” en mi Instagram, comencé a notar que hay combinaciones que repito demasiado. “Tengo un uniforme, ¿eh?” Me dije un día. Llegué a ese punto de saber lo que mejor me queda, lo que va a ir bien en ciertas situaciones e incluso en qué momentos puedo inventar un poco más. Sin mencionar que aunque suene aburrido, seguro y demasiado prudente para alguien a quien le encanta la moda, sí, la ropa negra es mi favorita, lo que hace que cualquier cosa -o casi- se vea bien.

A la repetición de ropa

Aún disfrutando de mis outfits, y celebrando cada día tener un armario en donde todo lo que hay me lo pongo; aun presumiendo, digamos, de todas y cada una de las “pocas” piezas que tengo, había un recelo con la repetición. Por un lado, generado por esa sensación de querer inventar, ser creativo, expresar mi imaginación a través de mi ropa y a veces sentir que con la que tengo no es suficiente. Por otro lado, por esa adrenalina y emoción que causa tener algo nuevo, algo que no teníamos antes. Y, por último pero no menos importante, por eso de “este outfit ya me lo han visto”. La gran estafa del mundo actual después del multitasking es la creencia de que si te dedicas al mundo de la moda o disfrutas vestirte, no puedes repetir outfits tan seguido.

Ojo con esto no digo que no esté adquiriendo nuevas piezas o no lo vaya a hacer en el futuro, pero ese es otro tema del que ya he hablado en mi relación con la sostenibilidad. Como dije en ese momento, es mejor “tener menos cosas que valores y te importen más es más satisfactorio que tener muchas cosas solo para tener muchas opciones.” así que en lugar de empeñarme en no adquirir más nunca más nada, mi enfoque está en que todo lo que tenga signifique algo para mí. Por eso es que hoy puedo recordar casi la totalidad de piezas que tengo en mi poder.

Por eso es que al leer el fragmento “Nada más placentero que usar algo de calidad durante años. Es una rebeldía minúscula pero  definitiva en estos tiempos: volver una y otra vez a las mismas cosas.”  tuve mi Aha moment, mi ohlalá, mi revelación. Efecto eureka. Algo en mi hizo click, match, se acopló. Mi recelo con repetir ropa ha desaparecido y ahora mi perspectiva ha cambiado. Ahora quiero ser la predicadora de repetir ropa (así como he sido la predicadora de no comprar más fast fashion, de ir a tiendas de segunda mano, entre otras narrativas con las que he atormentado a mis amiguis y estudiantes).

Si no puedo ser totalmente sostenible, ser lo más responsable posible. Esa es la idea que tengo desde hace años y la que me ha ayudado a afianzar este texto. Idea en la que cada día soy mejor. En uno de los reviews del libro en Goodreads decía que este libro te grita y, sí, definitivamente, como dije, es un regaño, pero ha sido el regaño que necesitaba para ajustar lo que me faltaba en mi relación con la ropa y poder continuar mejorándola.

Hoy hago público que, desde este momento, repetir ropa es otro de mis actos de afecto a la industria de la moda. Gracias, Marta. Es seguir homenajeando y valorando las piezas que tengo en mi poder. Con el permiso de los poetas para utilizar la palabra. Esta es mi carta de declaración a la idea de repetir ropa. Llevaba coqueteándole años y hoy por fin me atreví. 

¿Qué opinas tú de repetir ropa?