Más allá de lo físico, la parte romántica de la ruta para viajar de Venezuela a Perú en autobús.

"Nada es más importante en este momento que este momento, y a él te debes dar, 
porque si no lo haces, te abandonará" 
Francisco Massiani, Renate o la vida siempre como en un comienzo 

(Si quieres saber la ruta que hicimos para viajar de Venezuela a Perú en autobús haz click aquí)

Día 1.

Salimos de La Guaira al ritmo de The Eagles, Hotel California. Such a lovely place, Caracas. No leo. Me ocupo de memorizar cada montaña, cada anuncio desgastado, cada guardia nacional “estratégicamente” ubicado en algunas esquinas de la autopista Caracas – La Guaira…

Desde que salimos de Valencia, Venezuela se ha convertido en Forks. He tenido que explicarle a J que ésta es una ciudad de Seattle en la que está ambientada Crepúsculo debido a su clima. Todo gris, lluvia frecuente. De esta manera los vampiros no pueden ser destruidos por el sol ni brillar de forma incoherente. Así está Venezuela hoy, día del natalicio de Bolívar. Tiene tres o cuatro horas seguidas siendo las seis de la tarde.

… hemos llegado a oscuras a San Cristóbal. No es la manera más apropiada de conocerla, ni de despedirla. Quién sabe cuándo vuelva a visitarla. O cuándo vuelva a ver todo lo que memoricé hoy. Quién sabe si en algunos meses todo seguirá igual. O mejor. O peor…

Día 2. 

This is Latinoamérica. Taxis por doquier tocando corneta. Motos en lo mismo. Carritos de comida. Música costeña y urbana. Personas abordándote para venderte productos o servicios. Para “ayudarte” a cambio de algunos billetes. Un calorcito familiar y cómplice. Según nuestros vecinos de cola para sellar la salida de Venezuela, el lunes 23 de julio se fue la luz a las tres de la tarde en San Antonio del Táchira y no se pudo continuar con el proceso migratorio. El 24, feriado nacional, no trabajaron y por eso hubo tanta gente hoy.

De Carapita a Petare y de Petare a Bogotá iban dos mujeres sin maletas ni carteras. Sólo con el pasaporte. Su ropa evidentemente de una talla –o dos- menos de la que les corresponde, más algunas cicatrices y costras en sus rostros nos hacía temer de ellas. Mantener distancia del par fue la mayor preocupación hasta que las historias comenzaron a salir a la luz. Guerrilleros, compras, múltiples salidas a Cúcuta, primera vez sellando pasaporte. Más tarde una de nuestras compañeras de viaje nos revelaría que una llevaba a la otra a prostituirse. Es una confesión todavía a confirmar.

Otro caso: una pareja venezolana – colombiano de adultos maduros que fueron a Venezuela por placer. Lo que al hombre se le hacía fácil meses atrás, hoy resultó tortura. Y lo que fue un día de mucho amor y ternura entre ambos demostrado por pequeñas risitas y tiernas caricias esporádicas, termino siendo, para las cuatro de la tarde, una discusión sobre quién compraba los pasajes aéreos completos la próxima vez.

… al contrario del autobús que nos trasladó por Venezuela, ni un solo centímetro del que nos lleva directo hasta Rumichaca en Colombia se moja. A excepción del baño. La lavadora, le decimos. Pero todo es causado por las curvas de la carretera andina colombiana.

Día 3.

Colombia se siente como estar en casa. Como viajar en carro por Venezuela. La patria de hace algunos años. Sin tanto daño. Después del día de ayer, afortunadamente estamos bien. Uno se vuelve más atento y solidario conforme va proyectando sus deseos en los que lo rodean. Más empático. Empatía. Eso que según la RAE consiste en el «sentimiento de identificación con algo o alguien.»

En los televisores está Non-Stop -Sin escalas-. Todos estamos atentos a la película ambientada en un avión hasta que Optimus Prime se lanza contra nosotros y el autobús frena y se tambalea. Susto. “La seguridad es la mentira más grande” dice algún criminal en el largometraje protagonizado por Liam Neeson. Después del día de ayer ha quedado claro. Lo suficientemente claro.

La guerrilla controla toda la frontera. No hay ciudad en Venezuela más segura que San Antonio del Táchira según muchos de sus habitantes y transeúntes recurrentes. Nada se puede perder ni ser robado. Hasta ellos autorizan el cruce por “la trocha”. Es decir, el éxodo de inmigrantes ilegales que son llevados por “asesores” y otros guías por debajo del puente para cruzar la frontera. No es mito, no es leyenda, es realidad. Dos de mis compañeras de viaje fueron cargadas por distintos asesores para cruzar el río sin mojarse.

Día 4.

Ustedes han sido los pasajeros que más me han jodido, nos dice el Chófer 1 en algún punto del viaje. Pero en tono de juego, de complicidad. Quizás nunca antes habían hecho de su autobús una excursión escolar. Guaireños, maracuchos, gochos y falconianos. Un sincretismo de culturas regionales venezolanas que resultó explosiva. Hasta para nosotros mismos. Chófer 2 también sonríe y da palabras de aliento al bajarnos en la frontera con Ecuador. Vamos directo al segundo round con las migraciones.

Día 5.

Este asiento tiene tanto espacio que no sé qué hacer con él y no puedo dormir… Y ya llegamos a Huaquillas. Como el ave fénix, Huaquillas se levanta, ¿qué ocurrió aquí?

Día 6.

Perú, el país más rico del mundo… Y qué bien se siente estar aquí. Después de tres días sin ver el mar, aquí está y cada milímetro de arena y azul me recuerda a mi Guaira bonita. Me siento profundamente feliz de estar aquí, Perú. La tierra de Vargas Llosa. Aunque ya he perdido la noción del tiempo… ¿qué día es hoy? ¿27? ¿28?…