El último viaje del año: Chuao, la tierra del mejor cacao del mundo, en el estado Aragua, Venezuela
Qué pena explicarte que hoy soñé contigo,
sabía que eras tú, tenías el mismo shampoo
ese que huele a mar
Soñé contigo – Carlos Sadness , Marco Mares
Lamento informarles a todos mis amigos –a los que me acompañaron- que justo antes de terminar el 2020, he cambiado lo que durante los últimos nueve meses dije fue mi mejor decisión. Ya no es haber decidido faltar a Lidera para irme a Morrocoy justo el fin de semana antes de que decretaran la cuarentena. Aunque queda de segunda. Ahora es haberme ido a Chuao para cerrar diciembre y este año de locos.
¿Por dónde empiezo? No sé si contar cómo Chuao me enamoró porque en realidad fue más que eso. Me hizo sentir una conexión que he sentido en pocos lugares. Me atrevo a decir que nunca antes lo había sentido de esta manera. No sé si se trata de los dos años que tenía sin acampar, pero nunca antes había dormido tan bien en una carpa.
Apenas llegué tuve ese “por qué no conocí esto antes” moment. Me bastaron tres días para querer quedarme a vivir por siempre en Chuao y visitar todos los días a Manzanita. Y que me echara todos los cuentos de viajeros con los que había coincidido en su vida. Qué maravilla de persona. Y sé que no soy la única, lo que me da un poco de nostalgia compartida y mucha emoción. Es increíble cómo una persona puede dejarlo todo e irse a una casita con las puertas abiertas a la orilla de la playa. Y no es el único caso que conocí.
“¿Qué tiene Chuao que todo el mundo quiere venir a vivir aquí?” pregunté. Y no, creo que no se trata del Cacao, que es el único en Venezuela con certificación de origen y de los mejores del mundo. O no porque sea una fruta deliciosa. Que, de hecho, existe un antes y un después en mi vida después de probarla. Es como una guanábana, o ese estilo de fruta en la que tienes que chupar la pulpa y botar la pepa (con lo que se hace el chocolate). Lo más mágico de él es que hay diferentes tipos de cacao y de verdad todos saben distinto.
Siempre he dicho que en algún momento de mi vida podría irme a vivir a una isla o un pueblito costeño y olvidarme de todo. No había vuelto a sentir un lugar donde pudiese llevar eso a cabo desde Barranco, aunque no es la misma vibra. O como con Cartagena de Indias, que también está en mi lista de regresos. O en Los Roques, que es otro de los lugares de ensueño.
Comencé el viaje ebria y terminé enamorada. La historia de mi vida. El día anterior había tenido una fiesta familiar y como dormí tan poco, al despertarme para irme todavía sentía los efectos del alcohol vivos en mi cuerpo. No tengo palabras para explicar a Chuao y eso me pasa mucho. Y es una paradoja y una injusticia de la vida porque a mí me gusta si no escribir de todo, al menos ponerlo en palabras.
Pero ahora he entendido, después de tantas veces en las que mi cerebro se ha quedado mudo. Que vivo para tener momentos que I can’t put into words. Es decir, siempre trato de explicarme para después narrar todo, y suele pasarme que no puedo, en el momento, explicar la conexión que siento con algunos lugares. También me pasa cuando son lugares a los que he deseado mucho ir.
Sólo sé que no puede pasar de nuevo tanto tiempo sin que vuelva a sentir esto. Y sé que no puede pasar seguido porque se acaba su efecto. O eso creo. O ¿acaso nunca dejaré de dejarme sorprender por los paraísos que conozco? Soy fácil de sorprender cuando se trata de viajes, debo admitirlo. Siempre consigo algo, un detalle, una insignificancia para algunos, que para mí puede representar magia en un lugar. “me enamoro de todo, no me conformo con nada”.
¿Qué he hecho yo con mi vida que no había venido nunca a este lugar? De verdad me lo pregunté varias veces. Fue más que amor a primera vista. Fue una conexión que no puedo poner en palabras. Pensé que lo único que quería hacer con mi vida era tener una casita en Chuao y morirme en paz. A donde mirara, todo era una foto. La vista azulita del Mar Caribe, o lo pintoresco de sus casitas; la arena blanca y suave o sus verdes montañas, ¿qué tiene Chuao que hace que todos quieran quedarse por siempre? Y a algunos valientes llevarlo a cabo.
No asocio a Chuao con ninguna canción. Como me pasa a veces con algunos viajes. Me suena al sonido del mar, del río, de las hojas moviéndose con la brisa, de la arena contra la carpa haciéndonos creer que llueve. Tres días de “lo primero que veo al despertarme son palmeras y mar”, que fueron perfectos para terminar este 2020.