Todasana es uno de los pueblos de la parroquia Caruao del estado Vargas en Venezuela y así me despedí de él.
"Si Alfonso Reyez juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la cronica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa" Juan Villoro
Hoy es nuestro último día de playa. Este viaje a Todasana fue como un día on repeat. Un loop de tres días en donde por la mañana se desayunaban empanadas en el pueblo, al medio día se iba a la playa, por la tarde se regresaba a la posada y en la noche volvíamos al pueblo para la cena, que todos los días fue pizza. Todos los días, en el mismo orden.
Quizás cambiaron las personas, los chites, los outfits, las bebidas (menos el ron, siempre había ron) y los humores. Ya hoy casi no nos soportamos todos juntos. Ocho personas yendo y viniendo en la misma camioneta. Haciendo lo mismo todos los días. Es divertido, pero como todo, la repetición va desgastando.
Y aunque es lo mismo, reflexiono sobre aquella frase de Heráclito: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.» De manera que, aunque estos Carnavales en Todasana fueron como un loop de tres días, no, no puedo ser la misma. No soy la misma. No fui la misma del día uno en el día dos. Y no estoy siendo la misma este último tercer día. Que en realidad no es el último, porque en lugar de irme con mis papás a La Guaira, decidí quedarme aquí.
Soy del Caribe y me gusta la fiesta, el desorden –en su justa medida, no demasiado porque me amargo- y el licor. Eso no lo puedo negar. Y estoy en Todasana y tampoco me puedo negar a una noche más. Noche que, como toda tercera parte, solo ha desgastado lo encantadora de la primera. Y mi humor. He sido el ogro de la noche mandando a todo el mundo a dormir, pero está bien, esta sí es la última noche en Todasana.
Volveré, Todasana
Hoy sí es nuestro último día en Todasana. Y el loop se corta en las empanadas. Desayunamos y volvemos a la posada a buscar los bolsos para irnos. Este último día me doy cuenta de que frente a mí siempre hubo un mural colorido que, aunque no es demasiado bonito, es muy propio de los pueblitos costeños y debí haberme tomado una foto ahí para recordarte, Todasana.
También me doy cuenta de que nunca capturé tu iglesia. Aunque esté pintada un azul claro muy serio, también es bastante pintoresca y me había conquistado la primera noche. Qué rápido la olvidé. Asimismo, nos toca esperar en tu Plaza Bolívar. Porque sí, como todo pueblo, tienes tu placita Bolívar, y tampoco inmortalicé el momento con mi cámara.
Aquí es donde recuerdo que solías ser más que la rumba, Playa Larga y outfits de verano. Me acordé de los helados y las tortas deliciosas en la primera casa de tu entrada. Del fresco pescado frito y los mariscos. Del ambiente familiar en tu río. Me entristezco al pensar que estuve aquí, hablaré sobre ti y no te mostraré más allá de lo que muchos ya conocen.
Le digo adiós a tu iglesia, a tu plaza y a tu colorido mural. Y no puedo despedirme sin la promesa de regresar para mostrarle a todos el bonito pueblo que puedes ser si te vemos con ojos de marciano. Como Cortázar en Rayuela, “para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos ”. Como yo hoy, en este último día, que cerrándolos los he abierto por fin. Volveré, Todasana.