My life as Carrie Bradshaw version la primera carta al primer del año.

Y te me acercas cuando ya no hay más, no hay vuelta atrás 
No engañarás, ni romperás, yo ya no confío 
Hoy no más, ya aprendí, ya entendí 
Que junto a ti, mi lado más frío soy
Mi lado más frío - Marco Mares, Melissa Robles 

Enero, comenzaste en Choroní y con mi cumpleaños. Mi cumpleaños en Choroní. Aunque el clima no fue nuestro mejor amigo, es poético que cada vez que decido ir a la playa el dos de enero, el mar me recuerde que es mysterious, wild and free. Como quiero ser. Como soy. Quizás.

Hace par de años mi familia y yo dejamos de cumplir con nuestra tradición de conocer un nuevo lugar del país cada inicio de año. Con esa tradición visitamos demasiados lugares que guardo como los mejores momentos y paisajes en mi cabeza. Como ese fragmento que me gusta tanto de Un paisaje en el espíritu de Rafael Ocío Cabrices: 

Yo no sé qué va a pasar conmigo pero sé que donde esté o haciendo lo que sea voy a recordar siempre el ángulo con que las luces de Orión se recuestan sobre la Cordillera de la Costa, las espigas de la caña de azúcar en Aragua, las lomas de los delfines sobre el agua plateada de Mochima… toda esa exuberante galería de recuerdos que una familia viajera tuvo la sabiduría de regalarme desde muy chamo, cuando me llevaban a ver cómo olían los manglares de Morrocoy, cuál era la temperatura del aire de las Sabanas del Cinaruco a las cinco de la tarde en verano, o en qué consistía ese paisaje exótico del páramo merideño, con sus plantas que me recordaban a Perdidos en el espacio y sus nubes portátiles a ras del musgo.

Eso es Venezuela. Esos son mis recuerdos. Ese fragmento describe perfectamente y mejor de lo que yo podría escribirlo nunca, el sentimiento que tengo sobre todos los lugares de Venezuela que se han quedado inmortalizados en mi memoria. Y lo agradecida que estoy con esta ‘familia viajera’.

Enero fue de decretar que ‘I’m creating and living the life of my dreams’ y que quiero sentirlo así por siempre. También, escuchando un episodio del Podcast Se regalan dudas escuché la frase: No compro nada que no me construya algo, y es otra de las cosas que quiero aplicar para este 2022. Invertir mejor mi dinero. 

Enero, también tuviste tus dark sides. Momentos en los que pensé ‘no puedo dejar que la inseguridad se apodere de mi. O no hasta el punto en el que me haga dudar tanto’. Y allí me encontré con un fragmento de un libro que aún ando buscando y dice:

life is meant to be lived. Como título. Y lo mejor viene después:

You have to chase the things that ignite you. You have to do the things that bring you joy. You have to surround yourself with the people who bring you back home to yourself, with the people who respect you and embrace you in ways that make you feel like you are worthy and accepted and loved. You have to do the work to heal yourself, even when it hurts -especially when it hurts-, so that you do not continue to approach your life within the boundary of what is heavy within you. You have to put yourself out there, and you cannot worry about what the other people think, you cannot rob yourself of experience or happiness or inspiration because you are scared of how you will be perceived. You have to be unapologetic in the way you exist here. You have to believe that your ideas, and your hope, and your being deserve to take up space. You have to believe that you have purpose. 

Because our existence is finite. And as hard as that is to understand, as hard as that can be connect with, from time to time remind yourself that in the most human way -we are all living on borrowed time. 

Comencé el año haciendo también una de las cosas que más me gusta, Enero, dando clases. Y espero, tal como lo dije el año pasado, que sea algo que haga más a menudo este año. Que, aunque no te lo contaré todavía, será de retos grandes. Retos que ahorita me dan pánico, pero espero poderlos tratar. No quiero adelantarme porque ‘no amount of anxiety can change the future’ y quiero tomarlo con calma. 

Pero ya lo sabrás.